cuerpo y resistencia. Una mirada micropol�tica a la experiencia trans (2025)

Lectxr:

Este texto re�ne varias apreciaciones y resultados de un proceso de desestructuraci�n individual que me permiti� ponerme en los zapatos del otrx. M�s que una verdad absoluta, es la evidencia de una realidad v�vida y latente que se resiste a ser invisibilizada. Este ejercicio cr�tico busca generar en el/la/le/lx lectxr alg�n tipo de reacci�n, mientras se le hace una invitaci�n a reconocernxs huma- namente diversxs y pol�ticamente potentes.

Ser trans es una experiencia dif�cil de comunicar. Pero para com- prender dicha experiencia de mejor manera, es importante com- prender los cuerpos como una forma de expresar la subjetividad interna y un espacio de expresi�n de nuestras identidades. Esta idea abre la posibilidad de valorarnos y comprendernos mejor comoseres �nicos y dignos.

Fragmento deSer trans: Los cuerpos en que vivimos y los l�mites de lo expresable

PRE�MBULO

Cuando se escucha la expresi�n “No hay nada m�s pol�tico que las tetas de una trans”1, se evidencia una politizaci�n del cuerpo, un acto de rebeld�ay resistencia al transgredir el orden de lo establecido y otras formas de lo pol�tico que se constituyen desde la otredad, la subjetividad y lo individual, en las cuales se usa el cuerpo como medio y fin. Pero m�s all� del “ruido” que pueda generar dicha premisa, �qu� pasa cuando los individuos se desmarcan del ideal hegem�nico heterosexual del cuerpo definido seg�n ciertas caracter�sticas biol�gicas?, �es el cuerpo para las personas transuna herramienta de agenciamiento pol�tico?, �hay algo de pol�tico en la experiencia trans?

La premisa con la que inicia este texto pone en cuestionamiento varias ideas que se han impuesto, las cuales, incluso reproducimos como verdades absolutas que de una u otra forma, moldean y domestican los cuerpos dentro del sistema sexo-g�nero. Esto deja al descubierto una estructura de poder vertical que subordina, oprime e invisibiliza —a partir de categor�as como el g�nero y la heterosexualidad— a aquellos sujetos que, dentro del proceso de constituci�n de identidad y apropiaci�n de su cuerpo, se piensan desde la disidencia, es decir, se desmarcan de las reglas establecidas como “normales”. Por esto, se ven obligadosa transformar su experiencia de vida en actos de resistencia constante en contra de las estrategias de poder, que se establecen desde pr�cticas discursivas y sociales a partir de las cuales se asignan los roles y modos de ser hombre y ser mujer.

Todas las formas disidentes que no encajen en las identidades leg�timas y legibles quedan relegadas a la periferia. Como afirma Foucault, citado por Garc�a-Becerra (2009):

La coincidencia obligatoria de sexo, g�nero y pr�cticas sexuales, impuesta por una matriz heterosexual que organiza los cuerpos, define cu�les son las identidades leg�timas y legibles y reduce a dos las posibilidades de ser una persona coherente: mujeres, femeninas con vagina y heterosexuales, y hombres, masculinos con pene y heterosexuales. Las dem�s posibilidades: gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, andr�ginas, travestis, intersexuales y onanistas aparecencomo fallas o imposibilidades l�gicas. Socialmente, est�s sexualidades e identidades se vuelven perif�ricas e ileg�timas y pertenecen a la “familia de los perversos”, como “vecinas de los delincuentes y parientas de los locos” (Garc�a-Becerra, 2009, p. 127).

Esas personas que construyen su identidad desde la periferia, se aferran a su cuerpo como el primer lugar habitado, empiezan a de-construirloseg�n su propia narrativa, resignifican o reproducen c�digos de vestuario, estereotipos de lo femenino, lo masculino, o bien, generan otros discursos sobre su cuerpo que son igual de leg�timos y estructurados a los discursos emitidos desde la medicina y la biolog�a (Arango-�suga, 2012). En este sentido, el cuerpo como primer espacio habitado se convierte en un campo de batalla, en el cual el discurso hegem�nico quiere ejercer su poder para regular y controlar dicho lugar desde pr�cticas socialmente aceptadas como “normales”. Empero, la experiencia trans alrededor del cuerpo, el decidir sobre s� mismx y tener la libertad de seguir las normas sociales o fugarse de ellas, deja ver una expresi�n del ejercicio del poder propia del �mbito de lopersonal como un “micropoder”, o mejor, “como otro nudo m�s en la extensa y compleja red de las relaciones de poder [...] que entreteje a la humanidad” (Arango-�suga, 2012, p. 13).

Es all� donde radica el inter�s de este ejercicio, una apuesta por lo micropol�tico y “la reivindicaci�n de la emocionalidad en la pol�tica” (Blair, 2011, p. 25), una pregunta por lo individual, lo subjetivo, el cuerpo que se habita desde la disidencia y se carga con toda la experiencia de vida. Todo con el fin de comprender: �c�mo se configura la subjetividad y capacidad de agenciamiento pol�tico en las personas trans desde el empoderamiento sobre y a partir de su cuerpo, como primer espacio de resistencia?

El campo de posibilidades de ese cuerpo est� delimitado por las relaciones de poder que se arraigan en el entramado social y se instauran desde el discurso, pues son un modo de “control” que no opera directamente sobre los sujetos sino sobre su accionar, los “incita, induce, desv�a, facilita, ampl�a o limita, hace que las cosas sean m�s o menos probables; en �ltima instancia obliga o proh�be terminantemente” (Foucault, 1989, p. 8). Las relaciones de poder no son algo que se ubique exclusivamente en el plano de la institucionalidad de las relaciones consensuales, en las que se ceden libertades y derechos en pro de la sujeci�n pol�tica (contrato social) y los intereses de las estructuras pol�ticas de administraci�n del Estado (formas de gobierno); sino que en la base social, desde el accionar singular en el campo de las posibilidades yformas de relacionamiento entre los individuos, tambi�n se entretejenlas redes y relaciones de poder, que en el caso de la experiencia trans van desde desplazarse por los estereotipos y los preceptos establecidos del g�nero, hasta escapar y crear puntos de quiebre y fuga a la rigurosidad del pensamiento dicot�mico.

Las relaciones de poder son el principal objeto de estudio dela ciencia pol�tica2. Dentro de sus an�lisis han primado las variables macro, o la forma tradicional de ver y entender dicho objeto, en la cual se pregunta por el sistema y r�gimen pol�tico, el sistema electoral, el sistema de partidos, entre otros. Son relaciones de poder materializadas en estructuras o instituciones delimitadas dentro del ejercicio de la administraci�n de los Estados, lo que sumado a una larga tradici�n del paradigma positivista en las ciencias sociales y su af�n de justificar la cientificidad del �rea del conocimiento, hace una apelaci�n directa al uso de la raz�n, abstra�do de cualquier emoci�n o sentimiento que sirva para justificar el accionar de los sujetos, individuales o colectivos, que se interrelacionan en una sociedad. Siguiendo con esta l�gica, los trabajos sobre g�nero, diversidad sexual, cuerpo, y tambi�n la poblaci�n trans, sehacen desde el an�lisis comparativo de los efectos de las pol�ticas p�blicas o las acciones colectivas del “movimiento”.

Al abordar el g�nero y la disidencia sexual3 desde la ciencia pol�tica, es com�n hacerlo a partir de la relaci�n con la acci�n colectiva ‒desde las demandas que se le hacen al Estado‒ y las pol�ticas p�blicas ‒comomaterializaci�n de las respuestas del Estado a necesidades espec�ficas de un grupo poblacional‒. Esto debido a la primac�a del enfoque macropol�tico, que se liga a una definici�n de pol�tica formal, limit�ndola a la actividad participativa de la ciudadan�a y la lucha por el poder en escenarios pol�ticos (Young, 1996). Es decir, un an�lisis de la disidenciasexual desde las variables macro pol�ticas relega la subjetividad a un segundo plano, reproduce la relaci�n dicot�mica raz�n-sentimiento, tal como lo denuncia Nussbaum al hacer una cr�tica a la postura purista y racionalseg�n la cual, como afirma Bula haciendo alusi�n a Nussbaum “la emoci�n ser�a una desafortunada caracter�stica del ser humano que hay que reprimir mediante la disciplina y la racionalidad” (2008, p. 27). En otras palabras, una visi�n en la que se piensa m�s en la colectividad ‒minor�as sexuales, sectores lgbti+‒ que, en la singularidad del individuo, deben ser pensadas desde el cuerpo y su experiencia, o sea, su subjetividad4.

En tal sentido, es pertinente tener en cuenta que,

Reconocer-se como ser capaz de pensar, conocer y nombrar el propio mundo, ha significado en la historia de la humanidad occidental, una relaci�n de poder hombre-naturaleza que pone lo segundo al servicio de lo primero sustentado en la superioridad de su raz�n. Esta es la base de la jerarqu�a que caracteriza las relaciones dicot�micas del pensamiento moderno, es decir, relaciones entre dos condiciones que se consideran antag�nicas, contrapuestas y exhaustivas, las cuales han ayudado a establecer connotaciones axiol�gicas que se han instaladocomo verdades “esenciales” y “naturales”, dando lugar a interpretaciones de la realidad fragmentada, homog�nea y est�tica (Morales et-al., 2016, p. 21).

Dentro de dicha visi�n est�tica se renuncia al dolor, al miedo, al deseo, a la afectividad, la humillaci�n y muchas otras emociones que est�n impl�citas en la pol�tica. Se separa el cuerpo del “alma” y la raz�n de lo subjetivo. En contraposici�n a la visi�n r�gida y fr�a del positivismo, y tratando de reivindicar la importancia de lo personal y subjetivo en lo pol�tico,este ejercicio exploratorio parte de analizar los procesos de subjetivaci�n,agenciamiento, construcci�n y de-construcci�n del cuerpo que tienen cabida en la experiencia trans. Dicho lugar de enunciaci�n parte de una mirada desde el �mbito micropol�tico, entendido como “fuerzas de resistencia y creaci�n que act�an en la construcci�n de nuevos entornos de realidad” (, p. 16). Estos nuevos entornos de realidad se producen desde la interacci�n con otras formas de narrar el cuerpo; as� mismo, las fuerzas de resistencia y creaci�n se evidencian enlas apropiaciones est�ticas y perform�ticas que conciben las personas trans para plasmar en ese cuerpo moldeable a su propia historia.

Los cuerpos trans, al concebirse desde la alteridad, son vistos como lo “raro”, lo “perverso”, lo “ex�tico”; y sumado a eso, al ser considerados poblaci�n vulnerable y minor�as sociales, son tratados con inferioridad. De igual forma, muchos acad�micos y funcionarios caen en la postura salvadora de “darle voz a los sin voz”, desconociendo los esfuerzos quelas personas trans han desarrollado por a�os desde su cotidianidad para poder existir en el espacio social y mantener su propia voz que, al verse relegada por producirse desde la periferia, muchas veces no generael eco suficiente.

En ese aspecto, este art�culo no busca darles voz a las personas trans, sino servir de parlante para que su voz llegue a m�s personas. Es un esfuerzo por abrir espacios para que ellxs puedan tener escenarios de representaci�n y la posibilidad de narrarse, una invitaci�n a de- construirnos, reinventarnos como �rea del conocimiento, rescatar la potencialidad pol�tica de las emociones, de lo subjetivo y reconocernos humanamente diferentes.

Visibilizar esas otredades es importante porque permite ampliarel espectro sobre lo que se entiende por g�nero y evidenciar las diversas formas de ser cuerpo y estar en el mundo. Esto posibilita abrir peque�as grietas en la manera tradicional de acercarnos a la experiencia trans desde la ciencia pol�tica, resaltar la importancia de lo subjetivo, lo individualy lo emocional, como motor transformador en un constante proceso de de-construcci�n y apropiaci�n del ser. En la l�gica de Butler, resaltar la importancia del cuerpo como “el soporte materializado de los arreglos de poder que entretejen las normas de g�nero que se transforman desde la subversi�n de las nuevas pr�cticas e identidades sexuales que originan puntos de fuga en la diferencia sexual” (Mart�nez, 2015, p. 14).

Ahora bien, una de las estrategias empleadas para mostrar la experiencia trans en este ejercicio, es el uso de un lenguaje abarcador, que se arriesgue a visibilizar otras formas de ser, como apuesta pol�tica en defensa del derecho al autorreconocimiento y la autodefinici�n; porque es desde el lenguaje que empieza la jerarquizaci�n de los cuerpos y la perpetuaci�n de los estereotipos, las pr�cticas discursivas transforman a los sujetos, teniendo en cuenta que habitamos en el lenguaje.

El lenguaje muestra las formas de relacionamiento al interior de una sociedad por su potencialidad para construir, interpretar y reproducir conceptos para explicar la realidad. A partir del uso que se le d�, se permite la visibilizaci�n o invisibilizaci�n de las cosas, ya que estas existen en la medida que se nombran. En esta l�gica, el uso del lenguaje se convierte en un ejercicio de poder, que como queda en evidencia en la teor�a del lenguaje hobbesiana, permite la organizaci�n y materializaci�n5 de las ideas, pues “con �l podemos organizar nuestros conocimientos procedentes de la experiencia y tambi�n lo usamos para comunicarnosentre los hombres. […] El hombre, mediante el lenguaje, puede comunicar sus im�genes mentales y entablar una discusi�n con sus semejantes” (Hobbes, citado por Torres, 1987, p. 279).

En ese marco, conscientes de su importancia y como apuesta personal, se busca usar un lenguaje subversivo, que transgreda la manera convencional de referirse a lo trans y que no violente la construcci�n subjetiva de cada individux6. As� pues, se usar� la “x” para reemplazarla vocal que adjudique el g�nero en las palabras que hagan referencia a las personas trans. Si bien esto puede hacer pesada la comprensi�n para xl lectxr, ‒como ejercicio de poder en la relaci�n autor-lector‒, se busca generar un efecto en quien lea este texto; ello, en tanto, as� como en la experiencia trans busca generar una reacci�n en otrx a partir de las acciones disruptivas. La experiencia trans posibilita que se ponga “la atenci�n sobre ellos, confundir, escandalizar, esconder, resaltar, pero tambi�n hace que se reconsideren muchas ideas o creencias sobre ellos,produciendo comprensi�n, reconocimiento, y respeto” (Arango-�suga, 2012, p. 17). En esa medida, se espera generar lo mismo desde el uso del lenguaje, ya que si no se transforma el lenguaje es imposible transformar las realidades sociales.

Esta propuesta encuentra sustento en el significado y explicaci�n que da Alberto Canseco, quien como acad�mico, resalta la importancia de usar una forma diferente de nombrar la alteridad, como apoyo a las reivindicaciones sociales de las personas que se desligan del discurso binario:

�C�mo invocar a la alteridad sin unificarla en un masculino que funcione como universal o sin encapsularla en un binario gen�rico a trav�s de la“o” y la “a”? Entiendo, en este sentido, que para muchas personas –en particular, para el colectivo trans y travesti– el reconocimiento de los pronombres masculino y femenino son parte de una lucha que lleva toda la vida y puede incluso costarla; no pretendo borrar estas diferencias, sino m�s bien utilizar alg�n s�mbolo que nos permita, po�tica y pol�ticamente, poner en suspenso el conocimiento de los g�neros de las personas que nombro sin conocer. Esta elecci�n ciertamente puede llegar a dificultarla comprensi�n del texto, sin embargo, se encuentra en sinton�a con las reivindicaciones del feminismo y de los movimientos de disidencia sexual, al mismo tiempo que invita a reflexionar en torno a las violencias que supone la pretensi�n de saber acerca de los g�neros y sexualidades (Canseco, 2017, p. 18).

DE ENFOQUES, CONCEPTOS Y HERRAMIENTAS

Tensi�n entre la macro y la micropol�tica

Las luchas que se emprenden desde sectores lgbti+7, terminan en acciones afirmativas y pol�ticas sexuales asimilacionistas, que replican un modelo heterosexual que cataloga y clasifica los cuerpos desde moldes est�ticos y desdibuja la experiencia trans8. Por ende, las luchas de las personas trans pueden inscribirse en luchas contra la sujeci�n, “es decir, contra el sometimiento a una identidad dispuesta, determinada, desde un poder, desde un ejercicio de poder cultural que impide las posibilidades experimentales, tanto a nivel individual como social” (Garavito, 1997, p. 55). Las luchas contra la sujeci�n reivindican la resistencia, la vida y poder vivir, pues m�s all� de cualquier organizaci�n social, “es desde la propia vida que se empiezan a resistir los manejos del poder” (Garavito, 1997, p. 57).

En estas luchas de sujeci�n se da “un nuevo tipo de realizaci�n pol�tica, ya no es tomarse los centros de poder […] no se trata tampoco ni se trataba de crear un partido, de crear sindicatos, de tener representantes, no es una pol�tica de la representaci�n” (Garavito, 1997, p. 62). Ac� no hablamos del poder para gobernar en t�rminos de administraci�n p�blica, sino el poder para gobernar-ser y la posibilidad de habitar el mundo. Esta forma de entender la pol�tica desde lo micro da relevancia a la subjetividaddel individuo, que busca trastocar y transformar las identidades construidas desde patrones mayoritarios que se presentan como verdades absolutas sobre los cuerpos, y que con fundamentos pol�ticos e ideol�gicos del orden social buscan su organizaci�n, seg�n las estrategias de poder en la que priman unos cuerpos en detrimento de otros. En el caso de la experiencia trans, es el sujeto que se auto constituye y en dicho proceso moldea las fronteras corporales de su identidad, as�, los cuerpos se transforman en el principal veh�culo de movilizaci�n y resistencia de las personas trans, como lienzo en el que se externaliza su construcci�n subjetiva.

En esa lucha por el control del cuerpo y la posibilidad individual de moldearlo, se da una tensi�n entre factores macro y micropol�ticos que tambi�n se ven relacionados, pues mientras los macropol�ticos se centran en la estructura y las instituciones, los micropol�ticos apelan a la base social e individual. Dicho de otro modo,

Macropol�tica ser�a construir realidad, promover realidad dentro de esos campos conocidos del trabajo, la relaci�n con la naturaleza, la relaci�n con el lenguaje. Micropol�tica, en cambio, lo que tiene el l�mite, es la disoluci�n del principio de identidad, es lo que m�s puede temer la macropol�tica porque si se destituye el principio de identidad la macropol�tica no se puede implementar. Pero es tocando ese l�mite de la identidad donde se hace la micropol�tica que pasa por los procesos de subjetivaci�n, de afirmaci�n de la diferencia, apertura del campoexperimental, tanto a nivel individual como social en su conjunto […] y la afirmaci�n de un tercero excluido (Garavito, 1997, p. 71).

Desde una lectura pol�tica, “racional e instrumental”, se dejan por fuera muchos fen�menos que escapan la forma tradicional de ver la pol�tica (Blair, 2011, p. 21). As�, la micropol�tica se entiende como la humanizaci�n de la pol�tica, la reincorporaci�n de las “emociones corporales” que est�n directamente ligadas a las experiencias y vivencias del ser; la subjetividades relevante en su relaci�n con la pol�tica, si se pretende evidenciar esos otros lugares de la pol�tica alejada de los ejercicios institucionalizados y reconsiderar las brechas del pensamiento dicot�mico9.

La pol�tica: una re-orientaci�n de la acci�n. La voz de la otredad

En el ejercicio de visibilizar los otros lugares de la pol�tica y reivindicar la importancia de la micropol�tica, se aborda una definici�n emancipatoria de esta que va m�s all� del conflicto, la lucha por el poder para gobernary la relaci�n amigo-enemigo. Dicha visi�n tiene su origen en la voz de un tercer actor excluido, que no se “manifiesta en oposici�n binaria” (Delgado-Parra, 2008, p. 34). De ese modo, no se fundamenta en una relaci�n antag�nica de vencedores y vencidos, sino en la posibilidad de reconocerse en la diferencia y en la construcci�n del nosotrxs. Esta postura apela a la pol�tica como potencia, es decir, “la mutabilidad de la pol�tica como proyecto de autonom�a que reivindica, como propone Castoriadis, su inagotable capacidad de resistir, cuestionar o transformar el orden social instituido” (, p. 174).

Este cuestionamiento o transformaci�n del orden social establecido, se puede dar desde el desacuerdo y por ende instaurarse en la pol�tica, ya que como manifiesta Etchegaray (2014):

Cuando hay una parte de la sociedad que no es reconocida como parte y act�a y habla para demandar reconocimiento, entonces se instaurala pol�tica. Esta, en consecuencia, surge siempre como una especie de fractura en el orden social establecido. Dada una divisi�n de las partes que ya est� instaurada, reconocida e incluso consensuada, la pol�ticasiempre viene a romper con la estructura dada, a poner de manifiesto una fractura y plantear una reestructuraci�n. […] un acto en el que lo invisible se manifiesta y se hace visible (Etchegaray, 2014, p. 28).

Esa visi�n de la pol�tica implica dos elementos fundamentales: el nombrar y el accionar. Cuando lxs sujetxs de la otredad se reconocen como tercer excluido, empiezan un proceso de agenciamiento, que busca transformar y subvertir el orden establecido. Esto se complementa al entender la pol�tica como potencia para movilizar,

la pol�tica como subjetividad y como producci�n subjetiva; es decir, como el arte y la disposici�n de construir adem�s de lo posible, lo deseable, donde tiene cabida la memoria, la resistencia, la imaginaci�n, la creatividad, la utop�a, la multiplicidad de saberes y experienciasque organizan nuestra existencia individual “y” colectiva (, p. 173).

El engranaje de la subjetividad: subjetividad pol�tica, subjetividad pol�tica encorpada10 y socializaci�n pol�tica

La pregunta por la subjetividad asume en su n�cleo un inter�s porcomprender aquellos procesos seg�n los cuales xl individux se piensa, se hace, se transforma y muta, en tanto que

la subjetividad es espacio de creaci�n individual, es mismidadque permite la generaci�n de nuevas, originales y personales formas de actuaci�n social en cualquier condici�n en que esta se configure. Por ello, su potencial pol�tico. Aqu� las resistencias tienen asidero, las disidencias emergen, la constituci�n de lo nuevo se enuncia e instaura por lo que asume su condici�n de subjetividad pol�tica (D�az-G�mez, 2012, p. 19-20).

De acuerdo con lo anterior, y en clave con la experiencia trans,la subjetividad refleja la posibilidad que tienen lxs individuxs para re- pensarse y de-construirse buscando la forma de poder ser y estar en el mundo social, lo que podr�a asociarse a lo que Garc�a-Becerra (2009) cataloga como “subjetividades en resistencia” o la profunda capacidad del sujeto de subvertir un orden y tomar poder de s� mismx para construir un mundo alternativo donde es posible su existencia.

Por otra parte, esa capacidad del indiv idux para plantearse nuevas formas de ser y subvertir el orden de lo normal, se conv ierte en la base que conf igura la subjetiv idad pol�tica como “producci�n de sentidoy condici�n de posibilidad de un modo de ‘ser’ y ‘estar’ en sociedad, de asumir posici�n en esta y hacer v isible su poder para actuar” ( p. 176). Para la experiencia trans el proceso de autorreconocimiento y la construcci�n de su identidad, conllevauna expresi�n disruptiva en la jerarqu�a de los cuerpos socialmente aceptados, donde la imagen que externalizan es el resultado de la construcci�n de su identidad en un cuerpo legible, es la subjetiv idad materializada en un cuerpo moldeable y dicho cuerpo es el asidero de la pol�tica, ya que “ la pol�tica necesita del cuerpo para hacerse real, para asumir rostro, para que la protagonicen” (, p. 125)11.

As�, la subjetividad pol�tica encorpada es la encarnaci�n del sujetx en una corporalidad que se va haciendo, que no es est�tica; siguiendoa Heidegger, se trata de entender el fen�meno del cuerpo desde la existencia y la existencia humana desde el Dasein o ser-en-el-mundo (como se cita en Rodr�guez-Su�rez, 2005, p. 222). Es una forma de entender el cuerpo m�s all� de una visi�n biologicista y el cuerpo como construcci�n propia, narrativa y plano de acci�n.

Dicho cuerpo se instaura, piensa, fluye y se construye en el �mbito de una estructura social establecida que busca controlar los cuerpos desdela cultura, la religi�n, la pol�tica. Estos dict�menes influyen en la manera en que xl sujetx se relaciona con otrxs. As�, en esta l�nea ubicamos lasocializaci�n pol�tica, en clave de la experiencia trans,

como el conjunto de procesos que le permiten al sujeto conocer, interiorizar y poner en movimiento acciones pol�ticas que representen los intereses individuales y colectivos de las personas ‘trans’, los cuales reproducen en parte las visiones establecidas, pero tambi�n representan un disenso con ellas, en un proceso de reproducci�n y re-construcci�n mediado por los saberes normativos y por saberes in�ditos que dan paso a la emergencia de nuevas realidades de sentido, que aun cuando no son compartidas por todos, son posibles y generan fisuras en el modelo de lo hetero-normativo (Pulgar�n-Arias, 2014, p. 90).

De esta forma, el engranaje de la subjetividad se conforma a partir de la configuraci�n del cuerpo y su narratividad dentro o fuera de los est�ndares sociales establecidos por el sistema sexi-g�nero y la manera en que lxs sujetxs se narran desde dicha configuraci�n. As�, evidenciamos una materializaci�n de la resistencia y su de-construcci�n desde la otredad en cuerpos moldeables que se enuncian desde la otredad.

LA EXPERIENCIA TRANS

G�nero y sexo. Construcciones sociales

Como parte del ejercicio de de-construcci�n, se busca dejar de lado la visi�n biologicista del sexo, seg�n la cual, desde la genitalidad se han instaurado preceptos de verdad que naturalizan la heterosexualidad como �nica expresi�n posible de los cuerpos sexuados, que establece los roles de lo que es masculino o femenino y desde la cual se lleva a cabola heteroasignaci�n, que es precisamente el problema que enfrentan las personas trans. Para nosotrxs, tanto el sexo como el g�nero son construcciones sociales. Si bien existen unas diferencias biol�gicas, la connotaci�n con la que se carga el cuerpo es un constructo cultural que debe ser le�do en clave del contexto, de modo que “el sexo no es lo que uno es, sino en lo que uno se convierte” (, p. 114).

En ese orden de ideas, se adopta la definici�n de g�nero propuesta en la Caracterizaci�n de la poblaci�n lgbti en el munic ipio de Medel l �n y sus corregimientos, seg�n la cual se propone.

Entender el g�nero no solo como campo normativo cultural que produce los cuerpos y les prescribe una serie de obligaciones y regulaciones en �l, sino como un campo abierto posible de resignificar, deconstruir y volverse pl�stico en las biograf�as y pr�cticas subjetivas- colectivas desde donde la diversidad de g�nero plantear�a entonces la libertad de autonombrarse, reconocerse y autoconstituirse de acuerdo con las propias aspiraciones de los-as sujetos (Alcald�a de Medell�n,2015, p. 6).

De igual modo, es importante resaltar que si tanto el sexo comoel g�nero son construcciones sociales que apelan a la autodefinici�n, el sexo siempre ha estado err�neamente ligado a la genitalidad, a partir de la cual un tercero asigna un sexo y un g�nero al momento de nacer (heteroasignaci�n). En la palabras de Mart�nez, siguiendo a Butler, “el sexo, m�s bien, es en s� mismo una construcci�n, instaurado a trav�s de normas de g�nero” (2015, p. 12) que busca mantener el statu quo de los cuerpos heteros.

Por lo anterior, abordar el g�nero y el sexo como construcciones sociales facilita visibilizar la plasticidad de estas categor�as, no como modelos un�vocos y est�ticos, sino como propuestas flexibles que dan cabida a otras formas de ser cuerpo, hacer cuerpo en sociedad y dotar de sentidos propios sus de-construcciones. Esto se relaciona con la idea foucaultiana seg�n la cual los discursos no solo describen al cuerpo sexuado, generizado, sino que tambi�n a partir de ese discurso se materializa (Mart�nez, 2015). “Estos significados no son originales y no se encuentran localizados o anclados en el interior de los organismos individuales, sino que circulan en los discursos y pr�cticas culturales y sociopol�ticas significativas e hist�ricamente mutables que describen e inscriben el cuerpo y la identidad” (Mart�nez, 2015, p. 13).

El tr�nsito

Prosiguiendo con la idea del sexo como construcci�n cultural y el inter�s de desaprender y deconstruir, se trabaja con la definici�n de transexualidad entendida como “aquellas personas que subvierten y transgreden, como su nombre lo indica, los estereotipos del g�nero que se atribuyen al sexo con el que se nace” (Alcald�a de Medell�n, 2015,p. 7), y que en ese transgredir configuran su cuerpo en la disidencia, para transitar m�s all� del binarismo o replicar el pensamiento dualista, evidenciando la maleabilidad del sexo y el g�nero.

Prosiguiendo con la idea del sexo como construcci�n cultural y el inter�s de desaprender y deconstruir, se trabaja con la definici�nde transexualidad entendida como “aquellas personas que subvierten y transgreden, como su nombre lo indica, los estereotipos del g�nero que se atribuyen al sexo con el que se nace” (Alcald�a de Medell�n, 2015,p. 7), y que en ese transgredir configuran su cuerpo en la disidencia, para transitar m�s all� del binarismo o replicar el pensamiento dualista, evidenciando la maleabilidad del sexo y el g�nero.

Si bien la experiencia trans aglomera una multiplicidad de realidades y expresiones (transgenerismo, transexualidad, travestismo, entre otrxs)12, queda claro que “lo trans refiere a una realidad social relacionadacon un complejo entramado de tab�es, cr�ticas, vectores de opresi�n e invisibilizaci�n en los �mbitos social, cultural, pol�tico, econ�mico y legal” (Border, 2017, p. 5), en la que se posibilita transgredir la jerarquizaci�n dicot�mica de los cuerpos sexuados y abrir un abanico de posibilidades para re-pensar y construir el cuerpo.

Se debe entender que el tr�nsito es la fluctuaci�n entre los g�neros, que a su vez, se convierte en parte de la subjetividad de la experiencia trans y se materializa en una corporalidad que cambia, “es jugar con las categor�as de ser y parecer produciendo una performance, es decir, una exhibici�n hiperb�lica del artificio que excede el sistema sexo-g�nero. As�,la performatividad demuestra que el g�nero ‒como la identidad sexual‒ es una ilusi�n, una construcci�n” (Maureira-Sol�s, 2009, p. 158).

Este proceso de tr�nsito se convierte en un elemento que aporta a la autodesignaci�n y al proceso de construcci�n y configuraci�n de la identidad propia, juega con las caracter�sticas de lo masculino y lo femenino, tratando de mimetizarse en ellas, o por el contrario, generando una opci�n diferente que les permita estar en un constante devenir (Delgado-Hurtado,2016). De modo que el tr�nsito se transfigura en una est�tica propia, una forma de ser y relacionarse con el mundo. En este sentido, se refuerza la idea del tr�nsito como elemento constitutivo de las identidades trans, no como destino fijo irrefutable, sino que permite moldear las identidades y desdeall�, sobre el cuerpo seg�n sus aspiraciones, contextos, maneras de ser y de habitar (Delgado-Hurtado, 2016).

Entonces, el cuerpo se hace, muta y transforma cual lienzo que se va pintando para materializar una subjetividad pol�tica que se encarna. Este devenir est� mediado por la socializaci�n pol�tica en la que se desenvuelven las personas trans desde su derecho al autorreconocimiento‒construcci�n de la propia subjetividad pol�tica‒, “sobre el cual los sujetos construyen realidades posibles o transformar existentes” (, p. 415). Dicha construcci�n en la plasticidad de un cuerpo que puede fracturar el orden impuesto, le permite a las personas trans jugar con los roles de g�nero establecidos y hacerse disidentes y generar una desnaturalizaci�n del determinismo biol�gico. Para desde all� impactar en otrxs y generar una identidad com�n desde el sentir, la diferencia y el reconocimiento. Todo este entramado se convierte en la hip�tesis que dota de sentido este ejercicio de de-construcci�n sobre la experiencia trans vista desde una mirada micropol�tica.

SER Y ESTAR: SUBJETIVIDAD Y CUERPO

El cuerpo se convierte en un escenario de batalla entre las l�gicas hegem�nicas normalizadoras que buscan la homogenizaci�n de los cuerpos bajo un modelo heterosexual pensado en la reproducci�ny sustentado en la divisi�n binaria del g�nero, y las l�gicas que buscan abrir fisuras en dicho sistema y desde la reapropiaci�n de su corporalidad, ejercer un acto de rebeld�a, de desobediencia.

Cuerpos (trans)formados: acerca de las identidades de g�nero y la producci�n de la feminidad

Esta pr�ctica de indagaci�n ser� guiada por el relato de una transfeminista, Ana Lu Laferal, y una mujer trans ind�gena, Gerald�n, quienes desde sus narraciones nos ayudar�n a entender la experiencia trans y c�mo la construcci�n de su propio ser y la forma de habitar el espacio se ven permeadas por distintos elementos. En suma, aparecen caracter�sticas ligadas a sus or�genes que matizan cada experiencia, sus vivencias de infancia, elementos de clase, etnia e incluso un lenguaje diferente, que hacen de cada experiencia una historia �nica, queal narrarla busca reivindicar otras formas posibles ser humanxs en Medell�n, ciudad a la que ambxs llegan y en la que pueden materializar su construcci�n corporal.

Ana Lu, transfeminista, proveniente de una clase media baja, tuvo una infancia en la que se le asign� culturalmente como un hombre, y, por consiguiente, heterosexual por su condici�n de var�n. Piel blanca, ojos claros y la encarnaci�n de los “beneficios” que consigo trae ser hombre,en una familia promedio de Bogot�. De otro lado, Gerald�n13, mujer embera cham�, proveniente del resguardo ind�gena Dogura, ubicado en Chigorod�, Antioquia, vivi� su infancia como un ni�o rechazado por no encarnar los ideales de lo que para su resguardo representa ser un var�n. Debido a la rigurosidad de las costumbres ind�genas, se ve�a obligadx a tener una doble vida, aparentar ser un var�n ante su resguardo, y en la intimidad de su hogar y a escondidas, experimentar y empezar a explorar su feminidad.

(A) Mi infancia fue muy linda pues, normal. En Bogot�, todo muy perfecto, familia clase medio baja; con mam� secretaria, termin� el estudio bachiller y no pudo seguir estudiando porque era mujer y era mayor, as� que ten�a que trabajar para sostener al resto de la familia y mi padre s� tuvo el privilegio de entrar a la Universidad, estudio ac� enMedell�n. […] mi infancia de los 0 a los 14 es ser un var�n, el ni�o malo del sal�n de clase, un ni�o medio punkero, medio roquero, que le va obviamente mal, muy mal en disciplina, pero es con el que las ni�asse han dado su primer beso, su primer pico, el lindo, tiene ojos azules, tiene privilegios �tnicos, es como el ni�o no normal, porque era como punkero y pues bueno y eso me hac�a malo, heterosexual al fin y al cabo, m�s creo yo, porque encarnaba una masculinidad para esa edad, pues,el malo. Es m�s seductor el chico malo que el chico nerdo. […] [me] pone[n] en un lugar cuando se me nombra como masculino, como var�n, se me pone un nombre var�n y pues, de aqu� para all� lo que todos y todas sabemos, los colores, los carros[…] y que al ser impuesto yo empiezo a creer que s� soy as�, que s� me gustan los carros, que s� me gusta el azul (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

(G) Mi infancia en el resguardo fue muy complicada porque dentro de estos clases de tipos de g�nero, de componente sexo, nunca lo ven dentro de un territorio ind�gena, es mucha discriminaciones, rechazo, no lo apoyan por sus condiciones. En la infancia, cuando yo estaba chiquita me juntaba m�s que todo con las ni�as, con las mujeres, y m�s que todo me llam� mucho la atenci�n fue los ni�os. La actitud de los ni�os, como muy elegante, a pesar que uno tambi�n siendo ni�o, que importa que uno tenga su parte genital de masculino […] a los diez a�os le dec�a mi mam� que cuando sea grande o cumpliera la mayor�a de edad, o ahora desde este momento quiero ser una ni�a. Mi madre me preguntaba porque tomaba esa decisi�n si usted es un ni�o, yo le dec�a, no mam� yo no siento como ni�o sino como mujer y como una ni�a y me quiero vestir como ni�a (Gerald�n, comunicaci�n personal,10 de marzo del 2018).

En la l�gica heteronormada que sataniza la diferencia y que patologiza la experiencia trans al equipararlo con un desorden mental, lleva a que muchos padres y madres de familia busquen “ayuda” m�dica para “curar” a sus hijxs:

(G) Mi mam� y mi pap� me ayudaron, me apoyaron, me llevaron a un m�dico, a la psic�loga, a muchas cosas me llevaron. Las comunidades ind�genas toman eso como una enfermedad mental entonces me llevaron a toda parte y la psic�loga me pregunt� por qu� tom� esa decisi�n; ledije que yo quer�a ser ni�a, mi cuerpo no lo siento como masculino sino femenino entonces quiero ser mujer y eso nadie me lo va a quitar, entonces mis padres me apoyaron. En la comunidad ind�gena, nunca me puse vestido de mujer era ropa de ni�o a pesar de que me sent�a como ni�a (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

Desde esos preceptos de lo que es ser hombre o mujer, se da una imposici�n cultural de lo masculino y lo femenino, se instauran ciertos cuerpos aceptables y deseados; producto de los efectos cotidianos del poder que buscan normativizar y normalizar las experiencias corporales en dos extremos opuestos, hembra-macho. Dicha reducci�n, determinada por una coincidencia obligada entre sexo, g�nero, pr�cticas sexuales y lajerarqu�a de dichos cuerpos, conlleva a solo dos posibilidades aceptadas de ser en el mundo social de lo p�blico, generando un rechazo o “sanci�n” en todos aquellos que se construyan por fuera de lo establecido, pues desde all� se “definen cu�les son esas identidades, valores, pr�cticas y estereotiposleg�timos y completamente reconocidos como coherentes” (Garc�a-Becerra,2009, p. 127).

(G) Sin embargo, dentro de mi territorio ind�gena, nunca puse vestido de mujer, siempre era ropa de ni�o a pesar de que mi cuerpo lo sent�a como ni�a. Me arreglaba mi cara, me aplicaba mis polvitos, mis labios, m�s que todo dentro de la casa. M�s que todo era en la casa. Al cumplir los 18 a�os y sin embargo yo estudiaba, estudiaba hasta que termin� bachiller, luego de terminarlo, al territorio ind�gena lleg� la guerrilla las fuerzas armadas. La guerrilla me amenazaron por mi condici�ny me toc� salir del territorio ind�gena ni�a (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

(A) Ya ten�a conflictos culturales con que era marica, porque me vest�a as�, que los que se rompen las orejas despu�s se dejan romper el culo, dichos que mi pap� y mis t�os me dec�an a los catorce a�os, yo no entend�a, pero entend�a que hab�a un acto de violencia en decirme eso y de correcci�n, pero no sab�a muy bien como agarrarlo […] podemos b�sicamente decir que es masculino y que es femenino cualquierpersona, hemos generizado absolutamente todo, los colores, las formas, los roles, los estereotipos, los lugares (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

A pesar de las particularidades de lxs entrevistadxs, y que se desenvolv�an en latitudes diferentes, hay ciertos puntos de encuentro entre ambxs biograf�as. Un sentir que busca materializarse en un cuerpo, y la curiosidad por re-conocerse diferentes. Un deseo que motiva, agenciay moviliza; un deseo que encuentra como veh�culo y lienzo la geograf�a corporal para resistir y existir por fuera de la imposici�n del g�nero; un deseo con potencialidad pol�tica que transgrede el orden establecido de lo “normal”. En las dos narraciones, Medell�n jug� un papel importante en la posibilidad de externalizar su sentir en un cuerpo disidente.

(G) Me toc� abandonar a mi mam� y a mi pap� por all�, pero me toc� seguir adelante, quiero ser lo que soy y quiero aprender m�s, tener m�s conocimiento, qui�n soy yo, por qu� soy as�, a qu� siglo pertenezco14, quiero conocer m�s de mi g�nero y de mi tipo. Cuando yo llegu� deall� [Resguardo ind�gena Dogura] nunca hablaba el espa�ol, yo era pr�cticamente como un animalito. Me vine para la ciudad de Medell�n, pens� que era un pueblito como mi municipio, llegu� a una ciudadequivocada, no era un municipio, sino que era una ciudad muy grande.

Y en el bus que me vine, ven�a un muchacho y le doy gracias a Dios porque ese muchacho habl� con la mam� y la mam� me recibi� en la casa de ella. Dur� como dos a�os viviendo con ella y me ense�aron hablar espa�ol, me ense�aron muchas cosas y el muchacho. Cuando sal� de la comunidad ten�a 20 a�os y dur� como hasta los 23 a�os con la se�ora (Gloria). La se�ora me ayud� y el muchacho (Sebasti�n) era un poquito mayor que yo, �l ten�a 22 a�os y como �l estudiaba en launiversidad y �l le gusta explicar sobre la poblaci�n lgtbi, que c�mo era eso, que esto. Entonces yo le dije quiero hacer como una capacitaci�n, hacer talleres, pues quiero saber m�s de mis componentes; si yo soy as� quiero saber m�s, entonces me dijo que si nosotros te vamos a ense�ar. […] Ac� empec� a vestirme como ni�a, a conocer m�s del tema, Gloria me ayud�, si t� te sientes como ni�a v�stase como ni�a, nosotros te apoyamos te queremos mucho y haces parte de la familia de nosotros, yella me ayud� mucho. Y ya cuando fui conociendo del tema, oh, es que yo soy as�, esto es as�, entonces puedo vestirme as� hasta que defin� todo mi sexo (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

Si bien en el caso de Gerald�n, la ciudad fue el lugar donde pudo construir una corporalidad acorde a su sentir, en el caso de Ana Lu, la ciudad se convirti� en un referente del estereotipo de mujer con el que ellx experiment�.

(A) Decido como hace un par de a�os, en uno de estos devenires, procedo asociarme a lo culturalmente visto como femenino, pero m�s que todo como desde, lo que yo quisiera de lo femenino, no lo femenino de lo estereotipo sino lo que me ha gustado que he visto en las mujeres y nace como un experimento, pero pues soy yo, o sea, experimento conmigo, o sea, yo cambiando y consigo una pelada,una mujer trans, quiero experimentar mi vida siendo una mujer trans moment�neamente, porque, bueno, ser mujer trans 24/7 me parece denso, pues denso no porque sea mal, sino porque es muy dif�cil y no […], con unos d�as a la semana me basta por ahora. Empiezo como a Tin y en esa exploraci�n de una mujer trans y ya llevo mucho tiempo consider�ndome como una persona no conforme con el g�nero, si se quiere m�s le�da como Queer, y nada, empiezo a experimentar qu�es ser una mujer trans y consigo culo de espumas, pues, as� como la m�s buenona, claro en Medell�n. Intentaba ser el estereotipo (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

Toda esta imposici�n cultural, social y pol�tica restringe al individux a ser dentro de unos m�rgenes determinados que se presentan como naturales sobre lo que es ser hombre y mujer. Lo anterior, sumado a las diferentes vivencias del individux, influye en la construcci�n subjetiva que cada unx hace sobre s� mismx, y c�mo empiezan a construirse, nombrarse y reconocerse desde la interacci�n con otrxs; as� mismo:

La subjetividad est� ligada a la interrelaci�n del sujeto con los otros, lo otro y con s� mismo, cuesti�n que deja entrever que no se consolida en s� mismo �nicamente, sino que se configura en un marco relacional que la hace din�mica y fluida a partir de la experiencia vital, lo que le exige estar en un constante devenir (, p. 116).

De igual modo, cada unx desde la de-construcci�n que hace de su propio ser, empieza a romper los esquemas de lo establecido y resistir ante lo impuesto, ejerciendo su derecho al autorreconocimiento. Nos dejanver la fluidez que tienen las identidades sexuales y como el individuo se reconoce.

(G) No importa que por mi c�dula me llamaban por mi nombre masculino, pero yo dec�a, yo me siento mujer y soy mujer, no soy chica trans, soy una mujer, no importa que tenga mis �rganos masculinos pero yo me siento como mujer, si yo me siento como mujer y yo soy feliz as�, pues yo soy mujer; por ejemplo, cuando uno habla por las redes sociales, hay que es bonita, que no s� qu�, entonces uno dice s�, yo me siento mujer pero yo s� que soy diferente en mi componente sexo, y entonces me dicen, —�qu� es eso?—, pues una chica trans que se est� reconociendo sobre la orientaci�n sexual, pero no importa que tengasu parte masculino pero soy mujer, si uno que no sabe ese componente, dice se siente como un tonto, si yo me siento bien as� (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

Tanto las experiencias de Gerald�n como la de Ana Lu, muestran desde su cotidianidad y como eligen ser nombradas, un rompimiento con los estereotipos de las identidades fijas de los patrones hombre o mujer,y la desgenitalizaci�n de los cuerpos; es decir, como lo expresa Gerald�n, no basar la clasificaci�n de las personas por sus genitales. Por su parte, Ana Lu cuestiona dichas categor�as y c�mo, desde la heterosexualidad naturalizada se perpet�a la clasificaci�n dicot�mica y sus peligros.

(A) Siento que con todo el respeto y con todo el amor, cada tr�nsitoes una chimba porque transita y huye de ese lugar impuesto y ya param� tiene todo como, pues tiene todo mi amor y mi aprecio, pero, para mi cuerpo y para mi vida, siento que transitar entre lo de hombre y la mujer, entre ser hombre trans y mujer trans, pues es como una m�mesis de la heteronormatividad en los cuerpos culturalmente contrarios �No?, o sea, como cu�l es la necesidad de seguir manteniendo esas dos figuras, esos dos enunciados m�s all� del cuerpo.

El problema es la estructura binaria, heterosexual. O sea, nuestra creencia es que en los contrarios debe existir la complementariedad y estereot�pica, no. Entonces, cuando hablamos de que un hombre o una mujer es esto,en ciertas culturas y queremos fugarnos de ello, yo me pregunto y me pregunto de verdad, durante el tiempo que fui una mujer trans itinerante, no s�. Hijueputa, pues porque me siento mal cuando se nota mi barba y cuando el var�n heterosexual violento del que empec� a huir cuando tuve conciencia del significado de mi cuerpo, en ese sistema pol�tico, porque me derrumba, �no?, porque me derrumba que de lo que estoy huyendono me desee. Porque, hijueputa, hay una configuraci�n de mi heterosexual y esa configuraci�n me est� llevando a moldear mi cuerpo para el deseodel var�n y eso, pues es, encarar la feminidad culturalmente impuesta.

Estoy voluntariamente cayendo en el lugar violento que me hab�an impuesto y dije, hijueputa no, pienso que me estoy fugando, pero realmente pienso que me estoy atrapando m�s. Entonces, entiendoque hay muchas formas de ser mujer, entiendo que hay muchas formas de ser hombre, pero para m� el problema radica en que tengamosque diferenciarnos entre hombres y mujeres, �no?, en ver los cuerpos y la realidad, pues que es la herencia moderna en un binario me parece profundamente peligroso […], prefiero decirte que soy trans e incluso no lo prefiero, lo digo, ya no me incomoda tanto, me gusta, es trans, pero es que, hacia d�nde, simplemente trans, o sea, denoto unmovimiento y que estoy en contra de esas identidades fijas y esenciales y estables, que cada vez que pase tu vida tienes que ser m�s t�, no es como estar en otro lado que cada vez que pasa la vida soy otra cosa, entonceslo trans denota eso, m�s all� de lo otro; igual amo a la gente, a los hombres y a las mujeres trans, porque tambi�n es, la violencia implica cuando encarnas una identidad que culturalmente “no coincide”, con el cuerpo, pues, muy violento, se requiere mucha fuerza y no estoy ah�(Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

La forma en que se autoreconocen, la manera en que encaran elser mujer, las violencias de las que pueden ser v�ctimas por su condici�n, sus deseos, sus miedos, todos estos episodios empiezan a moldear la subjetividad pol�tica de cada individux debido a la influencia de esos lugares de socializaci�n con los que tienen contacto, como la familia,el colegio y la literatura15. Y desde all�, se comienzan a generar unos referentes frente a lo femenino y lo masculino, a ser mujer u hombre. Sin embargo, desde las micro revoluciones empieza a reconocerse en otras narraciones, en otros espectros de posibilidad que se ampl�an de tal manera que de cada persona pueda darse su propio bemol. De esta manera, se posibilitan esos puntos de fuga, los cuerpos discordantes que cuestionan al sistema, o por qu� no, una opci�n indefinida que se encuentra en medio.

(G) Llegu� al Centro para la Diversidad Sexual y aprend�. All� fue que conoc� otras chicas trans, que eran muy bonitas, muy hermosas y pues me fui como sensibilizando en eso tambi�n. Pues s�, cuando yo me vest�a de mujer me sent�a como toda rarita, como nerviosas. Pues es una etapa diferente a que cuando uno era ni�o, vest�a como ni�a, porque cuando empec� a vestir como mujer me sent�a m�s segura de lo que era yo. Aqu� encontr� lo que yo buscaba, aqu� encontr� la persona id�nea, la persona que me va a apoyar, la persona que yo quiero tener m�s conocimiento y seguir adelante. Y todo fluy� all�, pues todo porque lo que yo quer�a era aprender (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

Por su parte, Ana Lu, aborda su exploraci�n y experimentaci�n desde y con su cuerpo. La lectura cr�tica de varias teor�as le da luces sobre sus cuestionamientos y le da pie a vivir su experiencia trans desde el cuestionamiento a los roles de g�nero impuestos como naturales, a la desgenerizaci�n de las acciones y los colores. Un cuestionamiento a lo establecido, pero que en primer momento no choca con su deseo. Como una cr�tica al consumismo y producto de su constante exploraci�n, llega a narrarse como una mujer trans. En este momento externaliza su feminidad reinventando constantemente lo que para ellx es ser mujer, plantearse en una est�tica trans, indefinida, mutable, que le lleve al cuestionamiento.

(A) El anarquismo me lleva a otras cosas, como al feminismo, comoal antiespecismo, como a otras maneras, o a otras preguntas. Yo digo que son m�s preguntas que respuestas, pero preguntas m�s parecidas a las que estaba teniendo y, bueno, en ese encontrarme con la teor�a feminista, que fue que llegue gracias al anarquismo, pues bueno, es como un sacudido de la vida, es desnaturalizarte algo que yo daba porsentado y eso es guau. Es cuando me convenc�, no en el nivel religioso, pero cuando me di cuenta, hijueputa, mi malestar se llama g�nero, mi malestar se llama heterosexualidad, mi malestar se llama as�, no s� si es la mejor forma de definirlo.

[…] Entonces yo estudiaba dise�o, empec� a hacer unas fotos, me empec� a vestir de mujer, pero as� con una convicci�n pol�tica de hackear eso. De romper el estereotipo de la mujer tradicional y romp�rmelo a m�. O sea, vestirme de mujer y exhibirme, lo voy a hacer. Me encantar�a vestirme de mujer, no, tengo que hacerlo porque quiero mirar si me gusta o no, entonces, mira que ha sido algo que siempre, antes de hacer la acci�n, siempre he estado con el fundamento pol�tico que me impulsa hacerlo.

Entonces sigo ah� en ese devenir, ah� voy. Pero, sigue siendo, tambi�n, una cuesti�n muy pol�tica. Siento que las relaciones sociales son la potencia que tenemos cuando las estructuras est�n tan r�gidas, que igual, no dejo de intentar cambiarlas, pero si me doy cuenta de que en eltrato, si se quiere la micro pol�tica, en las relaciones afectivas, en la forma en que me visto y act�o con el resto, s� puede generar un cambio abismal para mi vida (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

Toda la indagaci�n te�rica que dirigi� el tr�nsito de Ana Lu, lx lleva a cuestionar aquellas categor�as que se han naturalizado, entre ellas se pregunta por el deseo y el ser deseadx. Desde el discurso hegem�nico, no solo se moldean los cuerpos sino tambi�n la configuraci�n del deseo heterosexual. El sujetx se inserta en un cuerpo social regulado que se establece desde las restricciones y permisiones, cu�l es el cuerpo deseable y c�mo ese deseo se debe quedar en los l�mites de lo privado. Al entender el deseo como una construcci�n social, “significa que quienes ejercenun poder buscan ‘interpretar’ el deseo de aquellos sobre los que ejercen hegemon�a. Es decir, darle una representaci�n para que se haga consciente” (D�az- G�mez, 2012). En este orden de ideas, la interpretaci�n del deseo lleva a la reconfiguraci�n del cuerpo para ser un cuerpo deseado.

(A) La heterosexualidad, adem�s de ordenar las formas de nuestros cuerpos y de relacionarnos, ha logrado algo muy denso en el queno he encontrado reflexiones y que siento que hay una potencia que deber�amos buscar o que alguien deber�a de ayudar a buscar,que la sexualidad tenga configurado el deseo, para mi dar�a si a nivel estructural, no s�, pero claro yo me tiro a dar culo por una decisi�n pol�tica, gracias a darlo empiezo a tener la configuraci�n de con qui�n estoy y qui�n me desea y despu�s llego a unos c�rculos est�ticos que me hacen desear o ser deseado de otra forma, despu�s empiezo a vestirme como mujer y me empiezan a desear los cuerpos que normalmente no me hab�an deseado y digo, hijueputa, construimos el deseo, no s� en qu� grado, no s� si es el punto m�ximo del post-estructuralismo o lo que sea, pero claro que configuramos el deseo, o sea, pienso yo, yo lo desconfigur� y lo volv� a configurar. Y me encontr� en la preguntapor el deseo, […] que el deseo realmente tambi�n, pienso yo, puede ser una construcci�n social y decido explotarlo y explorarlo (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

Las construcciones y reflexiones que construyen ambxs, llevan consigo la materializaci�n en un cuerpo, el encorpamiento de su subjetividad‒ pol�tica o no‒, que se transfigura en una plataforma de acci�n pol�ticaal permitir, desde la experiencia trans, fugarse y resistir a los efectos cotidianos del poder que buscan regular el cuerpo. De este modo, la experiencia trans se apropia de un cuerpo que permite resignificar lo que se es (Escobar, 2013), a partir de la configuraci�n y reconfiguraci�n de la posibilidad de explorar y constituir el cuerpo trans. La reconfiguraci�nde esa nueva posibilidad de crear y ser cuerpo seg�n su deseo y su sentir, es producto de la construcci�n subjetiva que cada individuo desarrolla,lo cual nos lleva a comprender la existencia y la experiencia trans como una multiplicidad de identidades m�viles y variables que se escapa de las identidades fijas de lo que deber�a ser un var�n y una hembra.

Tanto para Ana Lu como para Gerald�n, el cuerpo es un espacio que debe ser valorado y respetado. Para ellxs, se convierte en el campo de definici�n que permite visibilizar la experiencia trans. Para Gerald�n, parte de su experiencia es el resultado de luchar por poder expresar su subjetividad trans en una corporalidad femenina, un deseo manifiestodesde su infancia, que en la adultez se empieza a convertir en una realidad al ir de-construy�ndose y re-configur�ndose como una mujer embera cham�. No se trata de un “renacer” del individuo, sino una lucha por encarnar su subjetividad y ser reconocida desde su condici�n humana. Por su parte Ana Lu, considera su cuerpo como el veh�culo que posibilita su experimentaci�n sobre otras formas de habitar.

(A) Mi cuerpo es masa moldeada, para m�, mi cuerpo es una herramienta, es un instrumento, no le tengo tanto respeto como se deber�a, pero tampoco le tengo desprecio, para m� es un material, es la m�quina que tengo. Una parcera hace mucho tiempo, dec�a que el cuerpo es una m�quina de carne, con los a�os me di cuenta de ques� es una m�quina; como el compu, que te permite hacer un mont�n de cosas, as� como el cuerpo te permite muchas cosas, es como eso, como la m�quina de carne, no porque no me quiero robar la idea por los derechos de autor, pero s� es una herramienta. Es una herramienta potente, porque en esa se conserva la vida (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

(G) Mi cuerpo vale muchas cosas, muchas condiciones, mucha sabidur�a, muchos espacios y cosas de disfrutar en la vida; yo vengo de un vientre de una madre, ya nac�, nac� como siendo un ni�o, pero mi vida corporal y mi conocimiento quer�a ser ni�a, quiero ser ni�a, ni�a, ni�a hasta que se me cumpli�, ahora me siento pues, cuerpo de mujer, me siento muy feliz he logrado mi sue�o, me siento muy orgullosa de lo que soy. Pues mi cuerpo, el cuerpo de uno no solamente a una persona, el cuerpo tiene que valorar, tiene que estudiar, tiene que trabajar en una empresa y no vender el cuerpo, porque si uno vende el cuerpo, est� disminuyendo los sentimientos de uno, o sea, yo mi cuerpo no lo valoro, estoy vendi�ndolo a otra persona y uno sabe que energ�a tiene la otra persona que me afecta a m�. […] yo no veo el f�sico de la persona a la que me quiero parecer, si soy lo que soy, me siento muy bien con mi cuerpo, me siento muy orgullosa como soy yo, son cambios que se cambian y si yo me qued� as�, pues me qued� as� y si la persona que va a estar conmigo, si me acepta as� que me acepte (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

La posibilidad de desnaturalizar el orden cultural establecido y de desgenerizar los roles, empiezan a visibilizar las intersecciones entre lo pol�tico, la pol�tica y la potencialidad transformadora de la que puede estar dotada la experiencia trans, porque dicha subjetividad pol�tica se cimenta en la construcci�n del yo y diferentes “yoes” a partir de la narraci�n de un tercero que nos reconoce y “valida” la condici�n de personas en el espacio de las relaciones interpersonales. Alvarado et al., 2012, p. 253). En estecaso, se vuelve importante tener un nombre propio que sirva de validador de la subjetividad que construye cada persona. El nombre da un lugar en el mundo, e incluso, informaci�n sobre el g�nero adjudicado culturalmente. Mientras Gerald�n elije su nombre para mostrar su feminidad y la posibilidad de ser mujer con genitales masculinos, Ana Lu, busca fugarsede los extremos binarios y generar dudas.

(G) Como yo estaba estudiando, me gustaba el nombre de una muchacha que se llamaba Geraldine y cuando estaba trabajando tambi�n hab�a una muchacha que se llamaba Geraldine, y me llam� mucho la atenci�n ese nombre. Cuando empec� a estudiar en Medell�n yo dije yo quiero que me llamen as�, as�, y en la instituci�n me llamaban as� por mi nombre. Y ya la comunidad me dice por mi nombre de femenino en el territorio ind�gena y en la �ltima actualizaci�n yaqued� con mi cedula de femenina, ya hice el cambio del tipo sexo en el documento (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

(A) Pues Ana Lu es como el nombre moment�neo que tengo, por ahora. Hace tiempo empez� como un receso de construcci�n de la identidady empiezo a decir nombres, como una de esas cosas identitarias, como que m�s le dice a la gente y m�s te dice a ti y bueno hay una cosa con el nombre y en nombrarlo.

Y a medida que he cambiado como en este devenir muchas formas de considerarme, me cambi� de nombre, entonces he cambiado mucho de nombres y, pues principalmente de Lu, como un ejercicio bobo, porque en estos momentos me parece bobo y a la vez me parece lindo y cari�oso de buscar con mi nombre que me asignaron, pues con el nombre que me pusieron de generalizarlo, como quitarle lo masculino y lo femenino y pues llego a Lu. Lu no te dice muy bien si es hombre omujer, de repente a veces se le asocia mucho a las mujeres pero tambi�n a […], entonces me gusta como es el Lu y bueno he tenido un mill�n de nombres, me he llamado Lulugubr�, Rebeca, etc�tera, etc�tera (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

El nombre es uno de los primeros actos de resistencia que defienden lxs personxs trans, pues desde all� comienzan a visibilizar su realidad frente a los otrxs, y su materializaci�n en un cuerpo que en el momento de nacer ha sido nombradx por otrxs, tomando como punto de partidala genitalidad. La intervenci�n singular sobre dicho cuerpo se torna en su politizaci�n al trascender las barreras entre lo p�blico, lo privado,y propender impugnar los asuntos relacionados con el orden corporal predominante para evidenciar la relaci�n entre cuerpo y poder (Escobar,2013). A su vez, en cuanto el deseo se materializa en el cuerpo, se generala configuraci�n de una subjetividad pol�tica que se vive desde la forma de repensarse, la posibilidad de ser y habitar en un cuerpo de-construido que se vuelve propio, individual, veh�culo, campo de batalla y resistencia que se potencializa por la mutabilidad de pensarse trans.

(A) Para m� ser trans, es como tener la conciencia y la necesidad de construirse, de elegir lo que queremos ser, es como la barbie girl, para m� lo trans es, bueno hijueputa, que te gusta, es lo que te deber�a de gustar, �no? Para m� nace lo trans como eso y es la posibilidad de ser lo que yo quiera ser, o sea, si quiero ser una mujer con toda la est�tica del mundo pues que yo lo decida, que yo lo quiera, es como, esa necesidad que requiere desnaturalizar el orden cultural que nos han dado por sentado que es as�, es como decir, hijueputa, tengo este cuerpo, que aparentemente se ve como de un var�n […]

Cuando s� que lo que me impusieron es cultural, yo tengo la obligaci�n conmigo mismo de decir, entonces, qu� quiero, ya s� que las faldas y los pantalones no son parecidos, pero s� la construcci�n que quiero realmente elegir lo que realmente me gusta, bueno, voy a probar las faldas, voy a probar los pantalones y despu�s a trav�s de mi experiencia y de lo que me gusta, pues s� decido. Ser trans es como esa necesidad y opci�n de crearse, no de serlo, pero s� crearse fuera de lo culturalmente establecido (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

(G) Somos diversos g�neros, son diversos g�neros porque no somos de los mismo componentes, somos de diferentes componentes, pero incluimos en la diversidad de g�nero, porque el g�nero no solamente hablar de mujer y hombre, sino hablar de diversidad de g�nero, porque all� incluyes los ni�os que le guste los ni�os, las ni�as que le gustenlas ni�as y los ni�os que le gusta un ni�o pero se viste de mujer, yo s� que significa eso, se llama as� as�, ya eso lo explica por la siglas de la poblaci�n lgtbi y ya ellos entienden. Uno le explica que es trans a las personas que no entienden sobre ese g�nero, pero las personas que ya entienden ese g�nero, comprenden (Gerald�n, comunicaci�n personal,10 de marzo del 2018).

En relaci�n con Gerald�n, cabe resaltar que la barrera ling��stica no fue un impedimento para que pudiera re-conocerse en otras narrativas y en otras biograf�as. A pesar de ello, logr� matizar todo el conocimiento que iba adquiriendo, encamin�ndolo a un trabajo enfocado en abordarel tema de identidades de g�nero y orientaciones sexuales disidentes en los resguardos ind�genas. Su inter�s por descubrirse mut� a una acci�n pol�tica encaminada a defender los derechos y la participaci�n de las personas trans en los territorios ind�genas. Acci�n que tiene ra�z desde la vivencia individual de rechazo y discriminaci�n que pas� por ser unamujer trans y que no hubiera una “coherencia” entre su nombre, su aspecto f�sico y su genitalidad.

Lo anterior, se enfatiza con la carga peyorativa y asociaci�n con la delincuencia que consigo lleva la experiencia trans, pero que encuentra en la aceptaci�n y el amor propio un motor para resistir, la perseverancia y el luchar por sus ideales abonan las luchas de otrxs.

(G) Empec� enviar la hoja de vida empresas p�blicas, empresas privadas y no, nunca tuve ese; estuve en una empresa privada pero nunca me aceptaron por mi condici�n, porque a�n parec�a en la c�dula como masculino, nunca me aceptaban que las chicas trans son muy cuchilleras, son peleoneras, son rateras (Gerald�n, comunicaci�n personal, 10 de marzo del 2018).

[Narraci�n de un di�logo entre Gerald�n y otra ind�gena trans que no exterioriza su identidad por el rechazo que sufre en su territorio ind�gena] �l es una chica trans, ella se enfoca m�s que todo en la comunidad, y ella dice no, yo no quiero cambiarme porque de mi territorio ind�gena no acepta esa condici�n. Entonces le dije: si usted no se reconoce, si no es capaz de enfrentar la sociedad, pues usted es usted misma porque no te das esas oportunidades que te ofrecen, lasoportunidades que te llegan; yo le dije, yo quiero ser lo que soy y quiero luchar por lo que quiero luchar y voy para adelante, yo no puedo quedar atr�s, yo tengo que luchar por mi territorio ind�gena, y as�. Ese es el �nico miedo que ella tiene, que ella no es capaz, ella se fue a trabajar ala alcald�a, pero m�s como un ni�o.

Es preciso mencionar que en el caso de Ana Lu, encontramos un tr�nsito mucho m�s “teorizado”, producto de los cuestionamientos que han rondado su biograf�a, y que coincide con los planteamientos deAndr�s/Andrea Garc�a al afirmar que las personas trans encarnan “nuevas categor�as que plantean una pol�tica corporal descentrada, h�brida, creativa, alejada de cualquier esencialismo que intente fijar identidades y que abra la puerta a nuevas posibilidades” (Garc�a-Becerra, 2009, p. 127). En otras palabras, la experiencia trans puede ser un constante devenir que a partir de su reinvenci�n cuestiona aquellas verdades que se consideran absolutas desde la biolog�a y dar la posibilidad de una existencia m�s fluida que no se mueva en una escala de extremos, sino que permita diferentes bemoles para ser. Ya que tal como nos cuenta Ana Lu,

(A) creo que hay muchos tr�nsitos y creo que cada tr�nsito igual es un mundo, pero s� siento que unos son binarios, otros no binarios, otros son art�sticos si se quiere, otros pol�ticos y as�.

[…] est� la persona que se siente mal con su cuerpo, que todo el tiempo ha sufrido una serie de violencias por no asignarse en la plasticidad, desde eso ha sido la marica afeminada, la pluma, que despu�s empez� con que me voy a depilar las cejas, esta persona va a terminar siendo mujer y efectivamente se volvi� una chica trans y dice que naci� en el cuerpo equivocado, que ya quiere unos senos grandes, unos manes masculinos, que la deseen, etc�tera, etc�tera.

Y su tr�nsito, digamos, tiene un punto de inicio y un punto final, el punto final es cuando pase desapercibida completamente, su autoestima est� basada en eso y totalmente respetable, pero eso para m� es un tr�nsito binario de “A” a “B” dentro de la norma.

Hay un tr�nsito que para m� es muy art�stico y ya con este auge de Ru Paul y todo, carece en algunos casos de fundamento pol�tico, pero que realmente est�ticamente es un trasgresor con todo el cuento de las Drag Queen, Drag King, del transformismo, pero siento que sigue siendo art�stico, entonces digo yo no soy una mujer, pero soy un artista y me gusta el personaje y siempre hay un bloqueo y que es solo por arte.

Me ha tocado ver muchos tr�nsitos temerosos, que me fascinan, pues me gusta mucho ver y para m� los Bosch, los tomboy, los manes pluma, las locas, las maricas charras para m� son un tipo de tr�nsito y sonun tipo de tr�nsito muy chimba, […] pues la mayor�a de los casos no dicen yo quiero ser una pelada, pero s� se tratan en femenino y todo, pero realmente no quieren intervenirse el cuerpo, de forma anat�mica y no con pr�tesis sino interno, no s� c�mo decirlo, no quiero decir biol�gicamente, no se ponen silicona dentro del cuerpo sino espuma afuera, como cambio reversible y no lo hacen. […] Hay unos tr�nsitos que, s� son hacia la nada, que son s�per ch�veres, que son m�s escasos y entonces hay gente que empieza a experimentar con hormonas que se piensan, que se sienten muy pol�ticas, que se est�n pensando el ir y el venir entre los g�neros y como desdibujar eso (Ana Lu, comunicaci�n personal, 9 de marzo del 2018).

Como se ha visto, la manera en la que se narra la experiencia trans nos permite reconocer la forma en que lxs individuxs construyen su cuerpo como un espacio pol�tico, consciente o no, de su potencialidad. De modo que, la experiencia de Gerald�n y Ana Lu, posibilita ver el cuerpo como en un espacio fluido, en el cual la pol�tica y la resistencia se manifiestan en la constante lucha contra los estereotipos para poder externalizar su subjetividad en un cuerpo que no responde a las identidades fijas de lo que es ser hombre o mujer. Desde su narraci�n, ambxs nos dejan ver como las experiencias van moldeando su subjetividad y c�mo esta toma forma en un cuerpo. Ambxs tr�nsitos igual de leg�timos, igual de valiosos y tan diversos, nos ayudan a comprender la maleabilidad del cuerpo que se construye y la potencialidad pol�tica de reivindicarlo emocional, lo individual, lo cotidiano como posibilitadores de micro revoluciones y comprender mejor la realidad social.

A MODO DE CIERRE

Llegados a este punto, gracias a la forma en que se narran Gerald�n y Ana Lu, se puede ver c�mo se materializan y humanizan categor�as anal�ticas tales como el sexo, el g�nero, la subjetividad y la pol�tica desde lo interpersonal. Sus discursos, ambos con elementos te�ricos y emp�ricos pero en distinta intensidad, nos muestran c�mo el sentido con el que se cargan dichas categor�as hace parte de un constructo social en el que una visi�n hegem�nica prima sobre otras posibles formas de narrarse, y desde all� ser un acto pol�tico.

Al construirse ambxs desde la periferia, encuentran similitudes con otras narraciones que refuerzan y potencian la subversi�n de su existencia, y en el d�a a d�a llevan a cabo peque�as batallas para resistir en un mundo dicot�mico. Sus vivencias matizan sus tr�nsitos y su visi�n del mundo; Gerald�n lucha por sus pares en resguardos ind�genas que sufren de violencia y discriminaci�n por su identidad de g�nero; y Ana Lu Laferal, cuestiona desde la teor�a distintas categor�as que se han impuesto y que coartan la libertad de ser diferentes.

En la experiencia de ambxs, Medell�n fue el lugar que les posibilit� la materializaci�n de su subjetividad en un cuerpo disidente. Al reconocerse distintxs y encontrar otrxs con sus mismas inquietudes, fortalecenla construcci�n que realizan de s� mismxs y buscan romper con los estereotipos, tanto de lo que deber�a ser un hombre o una mujer, as� como la carga peyorativa con la que se relaciona lo trans, asociado a la delincuencia y el trabajo sexual.

En este sentido, cuando se habla de la experiencia trans se hace referencia a la fluidez y maleabilidad que pueden tener conceptos como el g�nero, la identidad y el gran abanico de posibilidades que presenta para m�ltiples formas de ser cuerpo. Dichas posibilidades determinadas por los contextos en los que el sujeto se desenvuelve, y su capacidad dematerializar su sentir en un cuerpo que se vuelve pol�ticamente potente al romper los esquemas de lo normalmente aceptado.

A trav�s de estas reflexiones se reivindic� la existencia y el ejercicio de resistencia de mujeres con pene, hombres con vaginas, personas no binarias, personas no conformes con su g�nero, un sin n�merode expresiones de la identidad que son el reflejo de la subjetividad de cada individux y la importancia del derecho al autorreconocimiento, como validador de la construcci�n individual. Construcci�n que se constituye igual de v�lida que las establecidas como “normales” dentro del pensamiento dicot�mico que sigue manteniendo la divisi�n macho/ hembra, y exige la coherencia y concordancia entre genitalidad, g�nero, roles de g�nero y deseo. En esta l�gica es pertinente traer a colaci�n las reflexiones de Herrera-Parra y Pulgar�n-Arias, quienes recogen variadoselementos a los que nos hemos acercado de la mano de Gerald�n y Ana Lu:

La identidad permite reconocer las formas de expresi�n del sujeto en su contexto, tejiendo relaciones intersubjetivas que permiten construir realidades compartidas que le dan sentido, cuesti�n que se encuentra estrechamente ligada a unas concepciones universales que en determinado momento de la historia se han objetivado, como es el caso de la postura dualista de lo femenino y masculino, como reguladoras de las acciones humanas que han determinado los estereotipos sexuales y los roles sociales (2012, p�g. 117).

En definitiva, analizar las categor�as sobre el sexo, el g�nero, lo masculino, lo femenino desde una mirada micropol�tica, implica pensar y reflexionar sobre la importancia como ciudadanxs e individuxs deexistir en un mundo de forma libre y aut�ntica, en palabras de Butler “sin depender totalmente de los condicionantes sociales, ya sea de manera personal y colectiva” (2007, p. 23). De otra parte, lo planteado nospermite vislumbrar los retos que tiene la sociedad, no solo las personas trans de resistir y seguir incomodando a otros, generarles preguntas y desnaturalizar lo que se ha instaurado como verdad absoluta, sino de la sociedad en general para aprender desde la diversidad y reconocer a todxs como humanxs y ciudadanxs.

Por �ltimo, se puede afirmar que el cuerpo de las personas trans es el primer espacio de resistencia y agenciamiento pol�tico, donde empiezan a relacionarse desde la disidencia con un mundo que busca homogenizar y restringir los cuerpos que son v�lidos y leg�timos dentro de un sistema sexo gen�rico heterosexual. La visibilizaci�n de los puntos de quiebre o fuga, lleva a repensarnos la necesidad de categor�as fijas e inquebrantables que no responden a las realidades sociales. O bien, como explican Herrera- Parra y Pulgar�n-Arias:

Expresar su identidad de g�nero a pesar de la presi�n social, logrando estar por fuera de las dicotom�as, en caso de as� desearlo, o transitando hacia aquello que han anhelado, es decir, transformar su realidad subjetiva seg�n sus intereses y necesidades, sin temor a aquello que los/ las coarte (2012, p. 118).

Este es el acto m�s pol�tico al subvertir y romper el orden establecido, reivindicar la individualidad y la emocionalidad como motor de cambioy transformaci�n. Cada tr�nsito, cada biograf�a que se narra es un hilo que se tensa y busca otras formas de tejerse en el entramado de las relaciones de poder que insisten en seguir nombrando y categorizando a las personas. �C�mo podr�amos romper el peso de las identidades fijas que invalidan otras formas de subjetividad que se encorpan? �C�mo generar verdaderas soluciones a las necesidades espec�ficas de las personas trans reconoci�ndolas como humanxs e iguales?

M�s que respuestas, esperamos que al finalizar est� lectura sean m�s las preguntas que se haga como persona, como lectxr, como ciudadnx.El texto fue una invitaci�n a no naturalizar la indiferencia y pensarnos humanamente diversos como estrategia de abrir espacio posible para el reconocimiento de otras formas de ser.

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Notas

1 Si bien no hay claridad sobre qui�n es la autora de dicha expresi�n, es el reflejo de un constructo de los sectores trans que empiezan a pensar lo pol�tico desde la cotidianidad, las formas de relacionarse y su cuerpo. Estos ven en este una herramienta potente para llamar la atenci�n sobre diferentes problem�ticas que les afectan y, como un medio para mostrar sus construcciones individuales. En el rastreo del origen de dicha expresi�n, Ricaurte (Lilith Natasha) en su ponencia “Lillith: gesti�n del cuerpo y la identidad de g�nero o del activismo trans como gesti�n cultural” (2017), atribuy� dicha expresi�n a Laura Weins, activista trans de la ciudad de Bogot�. Mientras que por otro lado, Diana Navarro, en un segmento de “Marcha �al desnudo?” (2012) para el portal digital Sentiido, le atribuye dicha consigna a Elizabeth Castillo, activista por los derechos de los sectores lgbti+.

2 Como explican los profesores Restrepo-Parra et al. (2013), la agenda de investigaci�n en ciencia pol�tica se ha enfocado “a los temas tradicionales como el poder, el conflicto y el sistema pol�tico” (p. 17). Sin embargo, cada vez se avoca m�s a lo que se cataloga como politizaci�n delo social, desde la cual se abre el espacio a nuevos debates que tienen relaci�n con las novedosas manifestaciones de las realidades sociales y nuevos actores que se debaten en el espacio de lo p�blico.

3 El concepto de disidencia sexual, se trabaja desde las apreciaciones de Mogrovejo (2008), quien afirma que “seguir hablando desde la disidencia sexual, y no desde la ‘diversidad sexual’, expresa un posicionamiento pol�tico de resistencia a todo intento de ‘normalizaci�n’ o integraci�n a una sociedad donde los financiamientos pueden transformar el sentido real de los problemas sociales y modificar las metodolog�as de trabajo y, en consecuencia, tambi�n los discursos” (p. 71).

4 Esta mirada permite dar un giro a la forma tradicional de abordar el tema de la disidencia sexual desde la ciencia pol�tica y volver al sujeto, a una mirada micropol�tica, y en este camino, centrarse en la experiencia trans como una construcci�n subjetiva con potencialidad pol�tica que transgrede lo establecido culturalmente como “normal”.

5 Cuando el autor habla del poder del lenguaje de ser “materializaci�n” de ideas, hace referencia a la afirmaci�n de Hobbes seg�n la cual “la m�s novel y provechosa invenci�n de todas fue el lenguaje, que se basa en nombres o apelaciones, y en las conexiones de ellos. Por mediode esos elementos los hombres registran sus pensamientos, los recuerdan cuando han pasado y los enuncian uno a otro para mutua utilidad y conversaci�n. Sin �l no hubiera existido entre los hombres ni gobierno ni sociedad, ni contrato ni paz, ni m�s que lo que existiese entre leones y osos” (Torres, 1987, p. 278).

6 En consonancia con Violi, “el lenguaje no es neutro, no s�lo porque quien habla deja en su discurso huellas de su propia enunciaci�n, revelando as� su presencia subjetiva a, sino tambi�n porque la inscribe y simboliza en el interior de su misma estructura la diferencia sexual, de forma ya jerarquizada y orientada” (Violi, 1991, p. 36). Tenemos as� que el g�nero, como categor�a gramatical, es percibido como reflejo de un orden natural de las cosas “de forma que las palabras ya no son masculinas o femeninas, sino que lo son las mismas cosas a lo que se refiere” (Maureira- Sol�s, 2009, p. 156).

7 La sigla lgbti se usa para hablar de diversidad sexual y de g�nero. Bajo esta se agrupan diferentes “grupos estigmatizados por sus pr�cticas sexuales o su identidad sexo-gen�rica” (Noriega, 2013, p. 406). Este acr�nimo integra diferentes orientaciones sexuales (Lesbianas, Gays y Bisexuales) e identidades de g�nero (Transg�nero, transexuales, travestis, intersexuales). Las cuales “responden a formas de reconocimiento, resistencia y estrategia afirmativa desujetos plurales y diversos, que de acuerdo con el orden hegem�nico del sexo y el g�nero han sido representados y tratados como diferentes y minoritarios, y que buscan, a partir de su representaci�n colectiva, ampliar, reestructurar o deconstruir el orden del sistema sexual y de g�nero dominante para hacer emerger la diversidad en todas sus formas sexo-g�nero no solo como posibles, v�lidas y necesarias” (Alcald�a de Medell�n, 2015, p. 8). Esta sigla se asocia exclusiva y err�neamente con homosexualidad, omitiendo las identidades de g�nero; por ende, es necesario hacer la claridad que lo lgbti+ no corresponde a la realidad de las personas trans.

8 Las acciones asimilacionistas est�n encaminadas a que lxs trans se mimeticen en alg�n extremo del sistema sexo-g�nero, es decir, se construyan como mujer femenina o como hombre masculino. Siguiendo as� un prototipo que determina la manera en que se puede existir. Esto est� �ntimamente ligado a los problemas estructurales con los cuales se conciben las pol�ticas identitarias y las pol�ticas sexuales.

9 Esta pregunta por la subjetividad es relevante porque le da “centralidad a la experiencia vivida, a la memoria, a la palabra, a los sentimientos, a las pasiones, a la comprensi�n de nuestras realidades en tanto entramados de relaciones de poder complejas, las cuales implican esquemas de pensamiento que den cuenta de lo in�dito de pr�cticas pol�ticas que se constituyen porfuera de relaciones dicot�micas como amigo-enemigo, y por lo tanto implica actuar en funci�n de la construcci�n de nuevos lenguajes que nos permitan hacerlo” (Morales et al., 2016, p. 23).

10 El t�rmino encorpada, en corpa da, hace referencia a la materializaci�n de una subjetividad en una forma corp�rea que se va transformando. “Los cuerpos adquieren una importancia central en su potencialidad de alojar tanto operaciones de dominaci�n como pr�cticas de desobediencia, es decir, desde el cuerpo se asumen l�neas de fuga frente a delimitaciones y prescripciones. En este sentido, se puede considerar que el cuerpo es el primer territorio de poder de todo ser humano; es decir, el espacio inmediato a interpelar cuando de su ejercicio se trata” (D�az- G�mez & Alvarado- Salgado, 2012, p. 117).

11 D�az-G�mez y Alvarado-Salgado reiteran la importancia de la corporeidad, al afirmar que “somos sujetos encorpados, es decir, sujetos con un cuerpo, dentro de un cuerpo, para un cuerpo” y desde all� es como se transgrede lo establecido, se desobedece, se resiste; entonces, el cuerpo se convierte en el “primer territorio de poder de todo ser humano” (2012, p. 125).

12 Como plantea Mas- Grau, hay una disputa entre la postura de la transexualidad como r�plicaa un modelo biom�dico de los cuerpos, la patologizaci�n de lxs sujetxs, y la denotaci�n de lx trans como un proceso de adaptaci�n y reconstrucci�n corporal para encarnar el sexo deseado dentro del binarismo; y el transgenerismo como un fin en s� mismo, que busca cuestionar la genitalizaci�n del sexo y el g�nero y no persigue una identidad estable en un modelo dicot�mico (Mas- Grau,2015). Para no adentrarnos en esta discusi�n se hablar� de lx trans como una experiencia.

13 Gerald�n al ser proveniente de una comunidad ind�gena, no tiene el espa�ol como su lengua materna. A pesar de dicha barrera ling��stica, desde que lleg� a Medell�n comenz� a aprenderlo y no ha sido ning�n impedimento. As� pues, y en aras de resaltar su propia historia, se hace una transcripci�n fiel de la entrevista, ya que no se busca realizar un ejercicio colonizador de homogenizar el discurso sino al contrario, resaltar las particularidades que las vuelven �nicas y dotan de sentido cada experiencia.

14 Cuando Gerald�n dice “a qu� siglo pertenezco”, hace referencia a la sigla lgbti+ y su lugar dentro de dichas definiciones.

15 No siempre se menciona a la literatura como un espacio de socializaci�n; sin embargo, se parte de la idea de que lo es, porque tiene impl�citos los c�digos y roles que deben seguir los individuos dentro de una sociedad. En ese sentido, se convierte en una fuente de informaci�n que puede moldear o impactar la manera en que las personas se desenvuelven con otros, en elcaso de Ana Lu, su encuentro con diferentes teor�as cr�ticas en las que logr� reconocer preguntas similares, ayud� a la reconfiguraci�n de su ser.

cuerpo y resistencia. Una mirada micropol�tica a la experiencia trans (2025)
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